miércoles, 5 de noviembre de 2008

El falso Camino de la religión

Hay veces que una película tiene tanta carga de dramatismo que te envuelve desde el primer momento, provocando en el espectador una sensación que parece estar viviendo en primera persona. Una de ellas es Camino, el tercer largometraje de Javier Fesser (El milagro de P.Tinto, La gran aventura de Mortadela y Filemón), que indaga en los fanatismos religiosos del cristianismo y más concretamente, del Opus Dei.

La película basada en la vida de Alexia González Barros, narra la historia de Camino, una niña de 12 años que contrae una enfermedad desconocida y degenerativa que en poco tiempo conduce a la muerte. A la par de la enfermedad se desarrolla otro sentimiento en Camino, y es el del amor por Jesús, un chico de su colegio del que se queda prendado desde el día que le vio en una clase de teatro, y que ya no se podrá quitar de su mente, girando gran parte de la trama en los deseos de la niña por la correspondencia del chico.

Al margen de Nerea Camacho (Camino) que irradia de luz la película, especialmente impactante es el trabajo de Carmen Elías y Mariano Venancio, los padres de la niña, que con una carga de dramatismo enorme llenan la obra de una intensidad que hace mucho tiempo no se recordaba en el cine español. La película, que no tiene la finalidad de ser una crítica a la religión según el director, si le da un papel muy importante a la figura eclesiástica, representada por los curas. Un elenco de obispos totalmente entregados a la obra, que no salen bien parados, y todo por su interés en intentar convencer a la madre de que el camino de Cristo es el correcto, llegando incluso a celebrar la muerte de la niña.

La película, que a lo largo de dos horas y media, retrata una realidad que va más allá de la religión, las creencias, el fanatismo o el amor a una persona, esta llena de palabras en clave y códigos cinematográficos. Una historia dura, de sentimientos encontrados. Una obra tan personal que provoca atracción o rechazo, pero seguro que nadie quedará indiferente después de verla.
Por David Ramiro

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